1936 Al fracasar el golpe de Estado y preverse una guerra de larga duración, el primer problema con el que se enfrentan los sublevados es un problema logístico. El Ejército de África está en Marruecos, y debe pasar a la península, la flota republicana bloquea el estrecho de Gibraltar impidiendo su paso y el ejército de Mola está escaso de municiones. Se pone en marcha inmediatamente un puente aéreo, al principio sólo con medios propios, y luego apoyado por aviones italianos y alemanes, entre Marruecos y Sevilla. Con los pocos aviones de ataque y bombardeo disponibles, se hostiga a la escuadra republicana en el estrecho, permitiendo el paso de un primer convoy naval prácticamente desprotegido entre Ceuta y Algeciras, y se inicia la Campaña de Extremadura para tratar de unir las dos zonas en poder de los sublevados, lo que se consigue con la toma de Badajoz a mediados de agosto de 1936, menos de un mes después del alzamiento militar. La rapidez con que cayeron una tras otra las poblaciones en el avance por Extremadura y el Tajo puede atribuirse al avance del Ejército de África de Franco, las tropas mejor entrenadas y curtidas en combate, quizá las únicas verdaderamente profesionales en los primeros caóticos meses de guerra.[16] Una vez unidas las dos fuerzas, se inicia el avance sobre Madrid, como intento de subsanar la contienda lo antes posible. En esta serie de acciones, pasó a la mitología de la guerra la liberación de los rebeldes asediados en el Alcázar de Toledo el 28 de septiembre, que bajo el mando de José Moscardó soportaban los ataques republicanos desde el 22 de julio. El 8 de noviembre empieza la Batalla de Madrid, pero no con demasiada fortuna, estabilizándose el frente el día 23. Por otra parte, el Gobierno de la República pasa sucesivamente de las manos de Santiago Casares Quiroga, quien dimite tras el alzamiento, a las de Diego Martínez Barrio, que ni siquiera jura el cargo. Tras él llegan José Giral, dirigente de Izquierda Republicana, y el miembro del PSOE Francisco Largo Caballero. En el norte, las tropas nacionales toman Irún el 5 de septiembre y San Sebastián el 13 de septiembre, quedando el norte republicano rodeado por tierra por los nacionalistas. El 17 de octubre se rompe el cerco de Oviedo.