MERCEDES RODRÍGUEZ
| MADRID. COLPISA)
La televisión es espectáculo, pero esta característica inherente al medio puede unirse a la utilidad y la solidaridad. Este es el propósito del reality que estrena esta noche Antena 3, El secreto, un formato internacional de éxito en el que un rico empresario bucea durante una semana en la pobreza y la marginalidad, de forma anónima, para aportar después una cantidad en obras sociales. En el caso de Joaquín Torres, director del estudio de arquitectura y urbanismo A-cero, la experiencia le ha transformado, asegura. «Me siento mejor, creo que soy mejor persona», explica el que será protagonista del primero de los especiales. Dice ser sincero al reconocer que, en un primer momento, el motivo de someterse a esta travesía era dar publicidad a su estudio, pero también cuando explica que el efecto mediático quedó al margen al convivir con enfermos de sida o con gente que acudía a un comedor habilitado por un grupo de altruistas para gente que tiene hambre.
«Cuando contactaron conmigo me lo tomé como una promoción de mi trabajo. Nada menos que un programa en horario estelar, pero llegar a ver a gente sencilla que dedica su vida a los demás me conmocionó. No puede haber nadie en el mundo más bueno que quienes, con pocos medios, se dedican a dar de comer a cien personas en un habitáculo o ayudar a enfermos», explica. Torres, madrileño cuya empresa cuenta con 80 arquitectos en plantilla y oficinas en Madrid, La Coruña, República Dominicana y Dubai, convivió una semana en La Coruña con ex toxicómanos, personas con problemas económicos y con un colectivo de voluntarios que se dedica a ayudar a personas con dificultades de movilidad a salir de su casa.
Este docu-reality es la adaptación de un formato de éxito internacional, The secret millonaire, estrenado en 2006 en la cadena británica Channel, donde lleva tres temporadas de emisión con gran éxito de audiencia. Este resultado ha llevado a la estadounidense Fox a adoptarlo para repetir el triunfo, con más de siete millones en su estreno en 2008. Alemania, Dinamarca, Holanda y Australia también se han sumado a adaptar este programa. Los empresarios elegidos, todos de gran poder adquisitivo, se sumergen en ONG y obras sociales como anónimos. Cuentan con un presupuesto de 50 euros para comer y mantenerse durante una semana, durante la que, como un voluntario más, convivirán con situaciones difíciles cuando no dramáticas.
«No quiero olvidar»
«No voy a mentir. Será criticable lo que digo y lo asumo. Cuando vi el formato pensé en la promoción. Pero el programa pasó a ser una cuestión secundaria al segundo día. Vi a gente, algunos de ellos albañiles, que dedican parte de su tiempo a atender a los más necesitados. Son ejemplares. Espero que la experiencia llegue a mucha gente. Quedaré relacionado con ellos; soy realista y no volveré a vivir la situación, pero sí colaboraré. Ya he conseguido doblar la asignación de este grupo de altruistas a través de donaciones».
Torres dice que ha cambiado, que no es ningún santo pero que a la hora de relacionarse en su mundo laboral y con su familia ya no se toma las cosas como antes. «A mi mujer le digo que no deje que esta experiencia se me olvide. No quiero. En el mundo que vivo acabas perdiendo la perspectiva. Al final, todos nos ocupamos de nuestros pequeños problemas y acabas mimetizándote con el entorno. Mis preocupaciones son ahora distintas», prosigue.
En la cadena anticipan el momento en que este hombre, con su disfraz de voluntario anónimo, descubre ante dos de los más necesitados su verdadera identidad y les da a conocer las donaciones que va a entregar. Esas dos personas lloran, y Torres evita mirar el monitor. Tanto se olvidó de la cámara durante su periplo por la pobreza que llegó a contar algunos problemas personales de los que no había hablado nunca hasta ahora.